a modo de presentación (al Paraná)
Autora: Gloria Montoya
Año: 1971
El poema de Gloria Montoya que abre la edición de El cielo se tragó las estrellas (1971), viene acompañado de una fecha: 1963-1964, sin embargo, no fue publicado en su primer libro Adiós a las ciudades y otros poemas (1967).
«yo broté en tu orilla de silencio y esperanza / no soy sino una carcajada de arena / un suspiro que el sauce amontonó en la luna», comienza su oda Montoya, quien fue una destacada artista, escritora y docente nacida en Paraná en 1935. Sus producciones plásticas y su poesía guardan un mismo espíritu y conforman una obra única. La mujer, el río, los pájaros, los laberintos, los dramas sociales, el medio ambiente, la infancia, los signos y el sol son algunas referencias importantes en su trabajo.
Desde Mapa de las Artes consultamos al investigador Matías Armándola -creador de Lectores del Paraná – Literatura Entrerriana-, quien nos compartió las siguientes palabras:
«La obra poética de Gloria Montoya no puede entenderse sin considerar su obra plástica. De hecho, en lo que refiere a la configuración de su estética, nos encontramos con rasgos específicos que parecen extrapolados desde la propia experiencia pictórica al ámbito del verso, sin que esto disminuya la relevancia de dicho ámbito.
Cuando en 1967 se publicó Adiós a las ciudades y otros poemas, su primer libro de versos, quedó demostrado que, tanto en lo relacionado a la pintura como a las letras, Gloria Montoya se consolidaba como uno de los valores artísticos más significativos de Paraná. Como reafirmación de este carácter, en 1971 se publicó El cielo se tragó las estrellas, poemario que continúa lo que ya se había gestado en su primer libro, pero donde se hace más visible la herida -¿acaso la herida fundamental?- de la humanidad en su lucha sin tregua. Sin embargo, además de esta herida que aparece como una constante, la intencionalidad expresiva de Gloria va definiendo, permanentemente, una paisajística que recupera el ambiente costero, la suntuosidad vegetal de los árboles, la elasticidad del río primitivo, la pronunciada altivez de las barrancas… pero todo lo elabora de una manera sorprendente…
Sabemos que Gloria no sólo tuvo una profunda formación clásica, en materia pictórica, sino que también permaneció en estrecha vinculación con las vanguardias artísticas de París, durante sus estudios en los años 60, y es de allí que proviene todo el influjo creativo con el que da forma a su poética. La vinculación entre ambas disciplinas tiene que ver, justamente, con la recurrencia -clave- de la sinestesia, abundante en toda la extensión de su obra literaria. A esta particularidad se incorpora lo que podríamos denominar “procesos de inversión”: se dan, en simultáneo, tanto la animación de objetos inanimados (personificación) como la objetivación del “yo” poético y del hombre; se invierten, además, fenómenos naturales: ocurre, por ejemplo, que no son los peces quienes quedan atrapados por las redes sueltas del río, sino el río el que se enreda con peces y camalotes.
Otro particularidad a considerar se ordena en relación al tiempo, expandido en perenne libertad, con ausencia de principio (no hay mayúsculas al comienzo de los versos) y ausencia de final (no hay puntos al final de los versos), aunque cada tanto irrumpe un “ahora” u otro deíctico que hace de esa eternidad un enclave presente: la permanencia en un hoy que no termina nunca de pasar.
El poema “a modo de presentación (al Paraná)”, con el que se abre el poemario El cielo se tragó las estrellas, es un crisol optimista que reúne varios de estos elementos y nos anticipa, entre el corro de islajes, una llegada de agua que tendrá su continuidad en el resto de los poemas: “silencio / ha llegado la amante / el río no es río es luna / la luna no es luna es agua”».
Gloria Montoya estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes, en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación «Ernesto de la Cárcova» y en el taller de Vicente Forte. Se recibió de Profesora de Filosofía en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó cuatro libros: Adiós a las ciudades y otros poemas (poesía, 1967); El cielo se tragó las estrellas (poesía, 1971); Tierra América (poesía, 1976); e Historias traspapeladas (cuentos, 1988).
Tuvo varios ateliers. El primero lo instaló en 1959 en el garaje de la casa de su madre, Celia Ortiz -destacada pionera de la pedagogía en Argentina- en Avenida Rivadavia (actual Alameda de la Federación) de Paraná. Allí conformó el Grupo 633 junto a Juan Gerardo Zapata, Felipe Aldama y, luego, Carlos Asiaín. El colectivo mostró sus obras en Entre Ríos, Santa Fe, Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Otro de sus espacios más recordados es el Taller del Río que funcionó desde 1989 en Güemes y Liniers, en la zona del Puerto Nuevo. Allí se organizaron numerosos encuentros culturales, confluyeron artistas y estudiantes y, entre otros proyectos, surgió el grupo de narración oral Paranatecuento.
Montoya recibió reconocimientos desde mediados de la década de 1950 en adelante. Entre otros, obtuvo el premio del Salón Municipal de Paraná (1964) y el premio Adquisición en el Salón Anual de Artistas Plásticos de Entre Ríos (1970, 1974, 1975). En 1960 ganó por concurso la Beca Federal del Gobierno de Entre Ríos -junto a otros tres artistas de la provincia- para realizar estudios de pintura en París. Eso le permitió recorrer centros formativos en Francia, España e Italia. También fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en la especialidad de Grabado.
La artista falleció en 1996. La biblioteca del Museo de Bellas Artes de Entre Ríos y un Centro Cultural Municipal que se erige en el Parque Urquiza llevan su nombre.
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